Cuando se produce un episodio corto de estrés se libera principalmente noradrenalina y glucocorticoides, derivado del cortisol (hormonas segregadas por las glándulas suprarrenales como respuesta al estrés). Ejercen su función en una hora aproximadamente (dependiendo de la cantidad liberada) y que le permiten al sujeto una respuesta eficaz frente ante el estímulo estresor.

Automáticamente el mecanismo de intrusión dirige nuestra atención al problema, para “asegurar que el mismo sea resuelto”.

La respuesta físico química de nuestro cuerpo con algunas emociones que tenemos se prepara ante posibles amenazas del entrono para ataque o huida.

El hecho de que dichas respuestas puedan tener efectos adversos a largo plazo sobre la salud no es algo relevante. Siempre y cuando su duración sea breve. Actualmente el problema se suscita por la frecuencia en que se suceden los estímulos que dan lugar a estas respuestas que a su vez son sostenidas en el tiempo.

El estrés incrementa la atención en un tema, únicamente con respecto al estímulo que lo ha desencadenado, para eliminarlo. Aunque a veces vamos acumulando problemas que no podemos resolver.

Como funciona el Estrés

Nuestros sistemas instintivo y emocional (I/E), que evalúan la vida de un modo primitivo. No comprenden este cambio del mundo natural al artificial. Entonces actúan como en el pasado poniéndose cada vez más activos y en alerta por la acumulación de supuestos peligros de vida.

Ante estos estímulos (considerados peligros) nos mantenemos en alerta y con parte de nuestra atención puesta en los temas no resueltos. Si la situación es vivida como muy peligrosa por el sistema I/E, y venimos de muchas circunstancias estresantes, sumado a la falta de descanso y con mucho trabajo, esto nos conduce a que el cerebro se sienta aún más en peligro.

De este modo, se puede llegar a producir la intrusión en nuestra consciencia de los problemas no resueltos.

El sistema I/E, ve a cada uno de nuestros inconvenientes por resolver como un león que nos estuviera por comer en este instante ―aquí y ahora―. Para ellos no hay nada más importante que mantenernos con vida.

Por eso la atención la mantienen en el problema a resolver exclusivamente. Todas las personas, en algún o algunos momentos de nuestras vidas, nos vemos en persecución de pensamientos intrusivos.

Pasado el peligro, el cuerpo volverá a su estado de reposo. Con el advenimiento de la civilización y del mundo artificial, por lo general, ya no son útiles ni la huida ni el ataque, por lo que podría decirse que nos cocinamos en nuestra propia salsa hormonal.

Cualquier situación por mínima que sea puede desencadenarlo, lo que lleva a un estado de alarma constante. Está se vuelve confusa y tiende a interpretar los estímulos erróneamente, ver peligros inexistentes o de un modo exagerado.

Para evitar las exageraciones podemos hacernos la pregunta ¿Cuál es la gravedad que reviste esta amenaza?

Esto conduce a una activación del reflejo de orientación (activación parcial de la respuesta del estrés).

Según el tipo de respuesta auto-sugerida, será el grado de activación del mecanismo del estrés.

Tres etapas: Alarma, Resistencia, Agotamiento.

El estrés influye en la regulación de la mayoría de las funciones del cuerpo humano. Todas las experiencias de vida, aún las pruebas más insignificantes, pueden estresar a un individuo, dado que no importan tanto los hechos en sí mismos, como la interpretación que de ellos se haga.

La primera etapa, la fase aguda del estrés se caracteriza por la respuesta de “lucha o huida” priorizando las funciones de supervivencia y conservación, y relegando aquellas de menor relevancia.  Desempeña un mecanismo con función adaptativa e inherente a todos los seres vivos se lo conoce como “eustrés”.

Los glucocorticoides durante este tipo de eventos tienen un efecto en la memoria ya que facilitan los mecanismos neurales que posibilitan el almacenamiento de la información. Mientras que la adrenalina mantiene la alerta incrementando el nivel atencional.

La homeostasis se pierde desde la primera etapa de esta fase de estado de alarma. Los efectos en el organismo se ven de manera inmediata con una explosión de energía manifestada por taquicardia. Aumento del ritmo respiratorio. Elevado nivel de azúcar en la sangre y aumento del flujo sanguíneo a los músculos preparándolos para acciones vigorosas. Disminución del flujo sanguíneo en piel, que provoca palidez. Incremento de la transpiración. Dilatación de las pupilas y digestión más lenta.

 

Estrés crónico o distrés

 Se da a partir de la una fase resistencia al continuar con la descarga de hormonas que siguen con el efecto de menor extensión del sistema nervioso autónomo.

Entonces el organismo sufre las consecuencias de haber activado todos sus recursos para hacer frente al estresor y si no lo logra, llega a la etapa de agotamiento, conocida como estrés crónico.

El estrés crónico provoca lesión cerebral en esa misma estructura siendo una de las causas de pérdida de memoria.

Por ello, es importante gestionar el factor estresante en la primera o segunda etapa, el estrés desaparece y nos deja fortalecidos.

La gestión consciente de la atención y desviarla se transforma en algunas circunstancias en una herramienta útil para poder ayudar a que el circuito de atención automática se apague. Esto lo llamamos en programación neurolingüística estados interruptores.