“No dejes para hoy lo que puedas hacer mañana”, ese debería ser el lema para un procrastinador habitual. ¿O quizá… es el lema que todos tenemos a la hora de hacer una actividad importante? Procrastinar, más allá de ser una palabra difícil de pronunciar, significa dejar para después. El hábito más normal y molesto que todos solemos tener.

Es más, debo confesar la cantidad de horas que pospuse comenzar a escribir esta nota que irónicamente trata sobre como “pateamos” nuestras responsabilidades para más adelante.

La mayoría de los estudiantes universitarios somos el mejor ejemplo para estos casos, siempre hay algo más interesante que ponerse a estudiar o hacer el trabajo para la semana que viene. Y sí, sabemos que después implicarán noches en vela corriendo contra el reloj, pero aun así seguimos teniendo el impulso de subestimar nuestro tiempo futuro.

La pregunta es: ¿Por qué los seres humanos procrastinamos?

¿Sabías que la planificación de nuestras acciones y la fuerza de voluntad para llevarlas a cabo se dan en nuestro lóbulo frontal? Partiendo de esa base, existen múltiples razones por las cuales procrastinamos.

Podemos tener una neurosis obsesiva, hacer la tarea encomendada lo antes posible implica que el tiempo avance y se acerque de alguna manera “el final”, cosa que nos asusta. Preferimos tener tareas por hacer a no tener nada. Ante esa angustia, dejamos para después y reemplazamos por tareas irrelevantes (más agradables) eso que nos estresa y que aún no podemos comenzar a hacer.

Psicológicamente, procrastinar es una forma de relacionarnos con el deseo, uno de los principales elementos de estudio de la psicología y los efectos en el ser humano. Preferimos de alguna manera mantener ese deseo, postergarlo para más adelante y jugar entre esa angustia y estrés.

Otra de las causas de este hábito puede ser por un trastorno de personalidad basado en la autoexigencia. Siempre podremos hacerlo mejor que ahora, por eso lo haremos después. Este puede ser un gran problema que vemos reflejado en aquellas personas que a lo mejor estudian muchísimo para un final, pero llega el día y por falta de confianza y con deseo de hacerlo aún mejor: no se presentan.

Una tercera causa, podría ser por un trastorno neurológico conocido como déficit de atención. Al no poder mantener nuestra atención puesta en algo por un tiempo suficiente, comenzamos a hacer varias actividades en simultaneo, lo que implica que rara vez terminemos alguna.

Por último, también existe una causa externa, como antes dijimos nuestro lóbulo frontal a cargo de la tarea de “hacernos trabajar”, puede encontrarse dañado. ¿Cómo? El consumo de cocaína genera una afección a nuestro cerebro provocando que no podamos tomar la decisión de “ponernos las pilas” con una actividad  y planificar.

Características propias de un “procrastinador experto”:

Según William Knaus[1], en su libro “Superar el hábito de procrastinar”, habla de algunos rasgos de personalidad propios de aquellos que nos encontramos presos de este hábito.

Una baja autoestima planteando prejuicios sobre uno mismo, creerse incapaz de realizar las tareas por ejemplo. El perfeccionismo provoca un creciente miedo al fracaso, creemos que nuestro trabajo nunca será lo suficientemente bueno y por ello seguimos posponiendo su entrega. Todo esto genera una serie de consecuencias: ansiedad, impacienta, rabia y un sentimiento de saturación; que en conjunto provoca que suspendamos la actividad por el momento.

Estrategias para dejar de procrastinar:

Podemos proponernos despejar la mente si así lo quisiéramos y no hacer todavía la actividad que nos estresa pero tampoco reemplazarla por ninguna otra, así de alguna manera comenzaremos a trabajar en ella en algún momento y entrenaremos de a poco nuestro cerebro.

Germán de Bonis[2], nos trae un ejemplo para ver que es posible dejar de lado la procrastinación. En su obra “¿Cómo escribir un libro en 7 días?”, nos ofrece técnicas para una tarea tan delicada y postergable como es la escritura de un libro. En su caso, escribió el texto en dos días. Lo que hizo fue organizar las ideas primeramente en un sistema de fichas como él mismo denominó, para tener el libro bien diagramado antes de comenzar a escribir. Luego, rompió con el paradigma del escritor solitario; nos cuenta como se acercó a colaboradores y a las personas de su entorno para que lo impulsarán en la tarea. De esta manera nos prueba que es posible hacer una tarea compleja sólo con fuerza de voluntad.

Si él pudo, nosotros también. Y si estas procrastinando precisamente leyendo esta nota, será tu última distracción, ahora sí: manos a la obra.

[1] Escritor y Lic. en Psicología.

[2] Fundador de su propia agencia y consultor de marketing gastronómico.

Redactora: Paula Cuheito

correo electronico: [email protected]