El Coaching es esencialmente una conversación, es decir, un diálogo entre un coach (experto en acompañar) y el cliente o coachee (experto en sí mismo) en un contexto productivo y orientado a los resultados.
Consiste en acompañar a las personas de forma individual o grupal a acceder a sus propios recursos. Es posible que los clientes nunca se hayan formulado ciertas preguntas, que el coach sí les puede formular, pero sin duda ellos tienen las respuestas.
El coach da apoyo y anima a las personas a que encuentren sus propias respuestas. El coaching tiene una relación más estrecha con el hecho de formular preguntas que en facilitar respuestas.
Y eso se da en función de la profundidad de la escucha que tengamos con el otro para crear las preguntas exploratorias que creen nuevas posibilidades. No se puede hacer, lo que los coaches llamamos “Preguntas poderosas”, si antes no hemos escuchado activamente y si no estamos totalmente presentes en la situación de Coaching. Por este motivo no hay formulas exactas de cómo hacer buenas preguntas.
La clave, yo creo, está en hacer preguntas que lleven al descubrimiento, al darse cuenta, al compromiso o a la acción. Sobre todo, aquellas que cuestionan las creencias limitantes arraigadas que tienen nuestros clientes.
Otra clave es hacer preguntas abiertas, ya que estas crean mayor claridad, posibilidad y nuevos aprendizajes. En lo posible hacer la menor cantidad de preguntas cerradas, que son aquellas que tienen un número muy limitado de respuestas. Por ejemplo: SI o NO, QUIERO o NO QUIERO, etc. Una pregunta abierta es la que me posibilita explorar en un sinfín de respuestas. De allí nacerán las nuevas oportunidades que antes no veía. “¿Qué ocurriría si lo intento?” “¿Qué aprendizaje saco de esta situación?” “¿Cómo impactaría en mi futuro si dejo de tener miedo en este contexto?”.
Recordá que las preguntas son como faros que alumbran en medio de la tormenta.

Como nos dice Rainer Maria Rilke en su bello poema:

 AMAR LAS PREGUNTAS
 Ten paciencia con todo aquello
 que no se has resuelto en tu corazón
 e intenta amar las preguntas por sí mismas,
 como si fueran habitaciones cerradas
 o libros escritos en una lengua extranjera.
 No busques ahora las respuestas
 que no estés preparado para vivir.
 Pues la clave es vivirlo todo.
 Vive las preguntas ahora.
 Tal vez las encuentres gradualmente, sin notarlas,
 y algún día lejano llegues a las respuestas.