La sorpresa es la única emoción que a los dos segundos deriva si o si en otra emoción. Y su duración máxima es esa, dos segundos, para agudizar nuestros sentidos y entender cual es la situación que se esta manifestando fuera nuestro.

 

 

La existencia de un factor sorpresa que determinaba de manera independiente y poderosa en que la persona empieza a pensar en su persona. Modelando su autoestima y confianza en el mundo que la rodea. También esto se fue moldeando junto con la relación y atención parental, así como sus habilidades sociales en los grupos tempranos que haya podido tener.

 

La sorpresa y su gestión es la clave neuronal del aprendizaje.

 

El arqueo de las cejas que aparece en los momentos de sorpresa aumenta el campo visual y permite que penetre más luz en la retina, lo cual nos proporciona más información sobre el acontecimiento inesperado, facilitando así el descubrimiento de lo que realmente ocurre y permitiendo elaborar, en consecuencia, el plan de acción más adecuado.

 

Sorpresa: sobresalto, asombro, desconcierto, admiración. Toda esta secuencia —desde la sorpresa a la incertidumbre, la aprensión y el miedo— puede desplegarse a lo largo de un proceso que dura aproximadamente un segundo.

 

Aspecto inesperado: El golpe no es algo que se ve venir. Es una sorpresa desagradable a la cual no se está preparado. Está recibido como un relámpago que nos alcanza. Es subjetivo e incontrolable. Puede ser una mera palabra que resuena en nosotros como un trueno que explota en un cielo azul. Se activa en un instante: no se da lentamente, hay un antes y uno después. La cosa no esperada.

 

Estas sorpresas nos enseñan que actuar por miedo transgrede nuestra confianza en la orientación. Claro que todos vivimos, al menos periódicamente, en la ilusión de que estamos al mando de nuestra vida. Es posible que repitamos el ciclo miedo-sorpresa-miedo-sorpresa durante algún. Cuando tomamos consciencia que existe y la podemos poner de manifiesto podemos comenzar a gestionarla, e ir tomando acciones con ella.

 

Mientras que las cejas que se mueven nerviosamente hacia arriba y abajo, reflejan un estado continuo de sorpresa ansiosa y una carencia de foco. Una de las maneras más fáciles para explorar la naturaleza expresiva de su entrecejo y su frente consiste en sentarse a un espejo y hacer muecas. Al probar diferentes posturas faciales, hay que hacer una mueca con los ojos cerrados, para empezar, y comprobar cómo se siente interiormente al ponerse así. Entonces, se abren los ojos y se trata de sentir qué actitud revela la expresión externa del rostro. Una vez termina[1]da una serie variada de muecas exageradas e insólitas, hay que volver a cero y echar una mirada a su verdadero rostro, pai ver lo que está diciendo.

 

¡Sorpresa!: Te está diciendo: Te está ocurriendo algo en el presente que no esperabas que ocurriera. Mensaje: Alerta, algo sucede de forma inesperada

La sorpresa fisonómicamente se transmite con: • Cejas arqueadas y tendiéndolas hacia el exterior del rostro. • Frente arrugada. • Los párpados abiertos casi al máximo. • La mandíbula como caída, floja, descolgada. • La boca relajada, y, en ocasiones, los labios inclinados hacia abajo.

 

La adicción a la necesidad de saber es la tercera de las adicciones compartidas por la humanidad. No nos gustan los sucesos inesperados ni las sorpresas. Cuando somos adictos a la necesidad de saber, nos convertimos en maestros del control y tenemos fuertes problemas de desconfianza. Todo tiene que ser analizado, la información ha de ser controlada. Estas características son el lado sombrío de la sabiduría. Si esta adicción está bien desarrollada, el recurso humano de la sabiduría, que conlleva características como la objetividad, la claridad y el discernimiento, está, esperando ser integrado.

 

La actitud opuesta a confiar en lo inesperado es tratar de controlar lo incontrolable, lo que es evidentemente una tarea imposible. Las sociedades chamánicas reconocen que el individuo al que no le gustan las sorpresas ni lo inesperado tiene apegos, puntos de vista fijos y una fuerte necesidad de controlar. Los apegos son expectativas fijas e inamovibles, deseos proyectados sobre personas, lugares y situaciones. Cuando tenemos apegos solemos volvernos controladores y rígidos. La figura del triskel nos recuerda que debemos ser más flexibles y enfocados. También se puede gestionar con desapego.