A continuación compartimos la nota «Los próceres necesitan un cambio de imagen» de nuestra colaboradora Maru Duró desde Laboratorio Pedagógico.
El sábado 20 de junio fue la típica mañana soleada, de cielo limpio y aire gélido que anuncia que el invierno ya llegó aunque al solsticio le queden todavía 24 horas para aparecer en los calendarios. Delegaciones de alumnos y docentes de todas las escuelas de mi comunidad, con sus abanderados y escoltas a la vanguardia junto con representantes del poder político y otras instituciones nos reunimos en la Plaza, el lugar de expresión popular por excelencia a conmemorar la muerte de Manuel Belgrano, creador de la bandera que nos identifica.
Mientras transcurría el acto protocolar me comencé a preguntar por qué sólo algunos miembros de mi ciudad habíamos acudido al acto y no por convicción sino por obligación laboral o porque nuestros hijos, sobrinos o nietos juraban la bandera. Se me ocurrió que tal vez la escasez de público en los actos patrios se deba a que la argentinidad en general y nuestra historia republicana en particular han tenido un pésimo marketing.
Los actos patrios, cuya misión es recordar los eventos claves que concluyeron en la construcción de nuestra nación, sus símbolos e ideales son de gran importancia dentro de las escuelas, pero fuera de ellas o perdieron peso en el inconsciente colectivo o, en el mejor de los casos, son apropiados por diversos partidos políticos.
La emoción que siente un niño de cuatro o cinco años al escuchar hablar de un Prócer por primera vez en el jardín, o al escuchar por primera vez el Himno Nacional, o el orgullo con el que los niños de cuarto grado juran la Bandera como lo hiciera Belgrano o bailan el Pericón Nacional se diluye con los años, víctima del parloteo derrotismo incesante de los adultos, que no se cansan de vociferar que este país jamás llegará a nada y se convierte, en la adolescencia en indiferencia absoluta.
Personalmente creo que las escuelas tienen cierta responsabilidad en la mala imagen de los padres de la Patria ya que la figura de Santos Varones con que se los mostró en el aula contrastó cada vez más con el cambio de mentalidad propia del paso de los siglos y terminó de desmoronarse ante ciertos relatos de revisionismo histórico, más efectistas que reveladores.
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Tal vez sea hora de actualizar la imagen de nuestros Próceres para hacerlos más accesibles desde las aulas a los jóvenes y utilizarlos como lo que deben ser: fuente de inspiración. Belgrano, como todos los héroes y próceres de nuestra historia era un hombre de carne y hueso como lo somos nosotros, con virtudes y defectos, que decidió seguir al pie de la letra su pensamiento. Él no se regocijó en el placer culposo de la queja. Fue un hombre de pensamiento valioso y de un accionar invaluable ya que luchó contra los enemigos de la idea de una nación independiente, fueran estos los ejércitos realistas, a quienes enfrentó en el campo de batalla, o los “partidarios de sí mismos” y los “especuladores” que se encontraban entre sus propios compatriotas.
Belgrano, San Martín, Moreno, por nombrar sólo algunos de los héroes y próceres de nuestra historia eran hombres de carne y hueso como lo somos nosotros, con virtudes y defectos, que decidieron seguir al pie de la letra su pensamiento. Ellos simplemente no se regocijaron en el placer culposo de la queja. Fueron hombres de pensamiento valioso y de un accionar invaluable ya que lucharon contra los enemigos de la idea de una nación independiente, fueran estos los ejércitos realistas, a quienes enfrentaron en el campo de batalla, o los “partidarios de sí mismos” y los “especuladores” que se encontraban entre sus propios compatriotas.
Las emociones que más frecuentan el ánimo de los argentinos en nuestro devenir cotidiano son el descontento y la frustración que surgen de ver tantas incoherencias e injusticias como que a nuestro pueblo lo flagele la pobreza teniendo un territorio nacional tan extenso y propicio para la riqueza y la abundancia, o que, en muchos casos, los representantes políticos elegidos por su propio pueblo como guías y referentes de un proyecto de sociedad mejor terminen, muchas veces, revelándose como únicamente interesados por su propio bienestar en detrimento del de aquellos para y por quienes prometieron trabajar.
La sucesión de errores y desmanes de quienes, desde lugares de poder, obtenidos democráticamente o por la fuerza, lejos de impulsar el bienestar
de todos los habitantes de la nación la vaciaron y debilitaron en beneficio suyo o de un pequeño grupo, han quitado peso a figuras de la talla de Belgrano o San Martín que, por el contrario, dieron todo aquello que poseían por un ideal en el que cupiésemos todos.
Los argentinos debemos retomar nuestros sueños de grandeza, volver la mirada al pasado y rescatar estas figuras que le pusieron literalmente el pecho a las balas para que las generaciones futuras, nosotros, tuviéramos un bienestar que ellossólo se animaban a soñar.
Eso es lo que debemos recalcar a nuestros chicos en las aulas, que este País fue una idea por la que mucha gente estuvo dispuesta a recibir más de una bala y que la realidad que transitamos es sólo un rodeo en el camino de la grandeza y no nos define ni, mucho menos, nos condena.
Actualmente, y por suerte, para construir el país que queremos, uno del que estemos verdaderamente orgullosos, no hace falta tomar armas, organizar milicias ni enfrentarse a un enemigo externo, la batalla es tan simple como pararse frente al espejo y tener el valor de descubrir, señalar y corregir nuestros propios defectos. Y enseñarle a las generaciones venideras a corregir los suyos. Como
dice la conocida frase: Piensa globalmente, actúa localmente.
Honrar a nuestros Próceres es convertirse en una persona que refleje en su comportamiento.
Un dato interesante y actual: los colores que inspiraron a Belgrano a crear nuestra bandera el Azul Celeste y el Blanco, desde la actual teoría del color, se definen así: el blanco como sinónimo de pureza, pulcritud, luminosidad, de paz y el azul celeste, como el que simboliza la confianza, el compromiso cívico, el orden y el respeto.
Así nos soñó Manuel Belgrano, puros, luminosos, dignos de confianza, respetuosos del orden, así fue diseñado nuestro país en la mente de uno de los gestores de nuestra independencia, ese es el mensaje subliminal que reciben nuestros cerebros cada vez que ven esos colores, nuestros colores. Nosotros necesitamos doscientos años de ciencia para que llegue la neurobiología con sus resonancias magnéticas funcionales y nos diga que vemos cuando vemos la Bandera. Belgrano, en cambio, recibió el mensaje estando en comunión con la naturaleza y lo grabó en un paño para que todos los herederos de la Nación lo vieran y supieran qué se esperaba de ellos.
El deber que tenemos los docentes es enseñar a leer el mensaje de nuestros símbolos porque los argentinos tenemos al día de hoy, 20 de junio de 2015, una deuda con nosotros mismos, convertirnos en la nación que comenzamos a ser doscientos años atrás. Nuestro país no necesita un prócer sino 40 millones de héroes que decidan apaciguar su descontento, abandonar la queja ociosa e inútil y conquistar su miedo para finalmente convertirnos en aquello que estamos destinados a ser, hacedores de nuestro propio futuro, o como dijera William Ernest Henley en su poema Invictus: “amos de nuestro destino, Capitanes de nuestras almas”.
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