"El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un obsequio, por eso se llama presente"

Frase tomada de la película Kung Fu Panda


Mucho se ha hablado sobre la importancia de vivir en el aquí y el ahora. Aún más en estos tiempos que corren dónde

cada vez tenemos más ocupaciones, responsabilidades y actividades que demandan nuestra atención, esto sin dejar de lado el hecho de que las nuevas tecnologías de la comunicación y la información nos posibilitan estar conectados en todo momento con todo lo que queramos. Sin dudas es un gran reto el que se nos presenta cuando hablamos de estar presentes y ser los protagonistas de  nuestras historias porque los beneficios que trae no son un secreto, ya es algo que la gran mayoría conocemos y ansiamos lograr.

También sucede que cuando hablamos de vivir en el eterno presente, se suele hacer referencia al estar conectados con nosotros, nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo o estudio y con aquellas personas con las que tenemos una estrecha relación, porque para reforzar y mantener buenos vínculos, y sobretodo que sean sanos, es necesario cultivarlos y cuidarlos, pero, ¿Qué pasa cuando se trata de personas desconocidas con las que interactuamos en el día a día? ¿Qué beneficio nos puede traer conectarnos con esa persona que vemos con frecuencia pero no es nuestro amigo? Como por ejemplo el señor del kiosko, la señora de la panadería, el encargado del edificio, la maestra de nuestros hijos, por solo nombrar algunos, y acá es donde surge un nuevo tema que para muchos de nosotros puede ser del todo inexplorado.

Las relaciones humanas son vinculares y siempre se dan en un continuo conversar, “somos nuestras conversaciones” es una de las máximas que fundamentan las ciencias humanas (como el Coaching, PNL y la Psicología), los humanos nos expresamos y entendemos desde el lenguaje en todas sus manifestaciones, siendo estas el lenguaje escrito, oral y gestual. Es desde este lugar que interactuamos y esas son las herramientas de las cuales nos valemos en el día a día para expresarnos y entender a nuestro entorno; por lo tanto nuestros vínculos se construyen desde el lenguaje, y hay que reconocer que este no es tema menor, porque implica darnos cuenta de que somos los creadores de nuestras relaciones, los artistas que modelamos los vínculos que tenemos y los únicos con el poder para cambiarlos y mejorarlos, o retomarlos.

Ahora, si volvemos las preguntas anteriores, ¿Qué pasa con esos vínculos no significativos que tenemos? Que en definitiva son el resultado de las actividades más rutinarias o de menor importancia que realizamos en nuestras importantes vidas, pues la verdad es que solemos no darle importancia y en los momentos que interactuamos con estas personas lo hacemos en automático, sin pensarlo y sin estar realmente en esa interacción, sólo cumplimos un rol, ejecutamos las acciones más mecánicas y cortas posibles para seguir con nuestra energía enfocada en las actividades que si nos importan, sin darnos cuenta, en la mayoría de las ocasiones, que si cambiáramos al menos esto una vez nos encontraríamos con un mundo sorprendente que está allí esperando por nosotros.

Sé que puede sonar a nueva responsabilidad, pero te invito a darte cuenta de lo fácil que es haciendo un pequeño ejercicio durante unos días, te aseguro que los resultados te darán mucho en que pensar: Lo único que debes hacer es estar presente en cuerpo y mente cuando interactúes con una persona que no es importante en tu rutina o que es totalmente desconocida, mirarla a los ojos, escucharla, conectar, demostrar con tus gestos y presencia que estás, que eres atento y te das cuenta de que el otro existe como un auténtico otro. Te pongo un ejemplo sencillo, cuando vayas a algún kiosko y pidas algo que deseas saluda primero a la persona que te atiende, procura hacer contacto visual, sé amable, si tienes un minuto pregúntale como va su día y sólo tienes dos segundos agradece su atención y deséale un buen día; si alguien te cuenta algo, tómate 1 minuto más de lo que normalmente harías y míralo cuando te hable, dale una devolución que le haga saber que lo oíste, pregúntale si necesita algo.

Estas acciones tan simples sólo te llevarán unos pocos minutos y te darás cuenta de que tienen un impacto poderoso, inesperado y muy gratificante, porque a veces todos necesitamos de una sonrisa, una palabra amable o una persona que nos oiga dos segundos para que nuestro día mejore y para que nuestro esfuerzo se compensado, porque muchas veces un pequeño gesto de reconocimiento es el combustible que necesitamos para seguir dando lo mejor de nosotros. Por esto te invito a hacer este pequeño experimento y reforzar el estar presentes, el vivir en el aquí y el ahora y el ser parte de tu mundo, recordando que para tener una vida extraordinaria debemos hacer cosas fuera de lo ordinario.