El intraliderazgo, abordado desde el neuroliderazgo, es fundamental para comprender las capacidades y habilidades que pueden aprenderse en cualquier momento de la vida para ejercer todo tipo de liderazgos. Aquí, las explicaciones sobre una temática que desmitifica el prejuicio que asegura que “líder solo se nace”.
El Intraiderazgo, un aprendizaje

El liderazgo suele plantear un histórico dilema en torno a dilucidar quién puede ejercer los roles gerenciales, es decir si están destinados solo a unos pocos que cuentan con determinadas habilidades innatas o si es algo que puede aprenderse.

Con el neuroliderazgo, abordado desde las neurociencias, se analiza el concepto y la definición de liderazgo, enfocado en una comprensión cerebral y en la resolución de problemas y conflictos. La funcionalidad del neuroliderazgo es inducir al desarrollo óptimo del intraliderazgo, que es la capacidad que cada persona tiene para poder ejercer independientemente diferentes aspectos de la vida cotidiana, ya sea en los ambientes laborales, profesionales o personales.

Lo interesante que expone el neuroliderazgo es que el intraliderazgo puede desenvolverse sin ningún problema por cualquier persona y que todos pueden ser gerentes si así lo desean.

Si bien es innegable que algunas personas tienen naturalmente una determinada predisposición a ser líderes, por diferentes motivos que varían según sus experiencias personales, su modo de vida o su entorno, aquellos que logran plasmar esas características con éxito lo hacen gracias a un aprendizaje constante.

Un líder tiene la entereza emocional para confiar en sus propios recursos, en sus propias capacidades y en sus decisiones. La base del liderazgo está en la confianza, en creer en uno mismo aún en las adversidades más categóricas. Convivir con la frustración, esa constante escenografía del mundo adulto, sin que repercuta negativamente en los objetivos personales, es la receta indicada para superar escollos y obstáculos.

Es fundamental aprender del error, flamante maestro del acierto, para capitalizarlo productivamente. Los líderes explotan las fortalezas y tienen la virtud de emplear una característica distintiva de la inteligencia, que es conocer las limitaciones para, en base a eso, distinguir como desempeñarse y actuar del modo más conveniente.

La fuerza de voluntad, la lucha, el deseo de querer lograr un determinado objetivo, es el motor predilecto que suele resultar decisivo para alcanzar metas y poder perseverar con firmeza y decisión.

Lo más importante, antes de pensar en liderar un equipo o grupo de trabajo es, (siguiendo en el marco del intraliderazgo y el neuroliderazgo), liderarse uno mismo, manejar las propias inseguridades, fragilidades, temores, deseos y dudas, siempre con la confianza de lograr todo aquello que uno se proponga. Solo a partir de allí, de tener resuelto el liderazgo propio e individual, se puede pensar en hacer lo mismo sobre los demás, en ser el flamante capitán de un barco que quiere llegar a buen puerto.

Las habilidades del líder

La programación neurolingüística define varias habilidades y capacidades para ser un líder que pueden aprenderse en cualquier momento y por cualquier persona. Todos tienen las facultades y las posibilidades de hacerlo si así lo requieren. Solo hace falta el verdadero deseo de quererlo.

Entre las enseñanzas, se distinguen todas aquellas destinadas a enriquecer la vida personal y profesional, con estrategias prácticas para lidiar con el estrés, algo fundamental, debido a las incesantes presiones laborales que suelen incomodar cotidianamente en los ámbitos laborales.

Además, se enseña a estar cómodos con la incertidumbre y aprender a vivir de una manera presente y centrada, lo cual es determinante y esencial para mejorar el liderazgo y la comunicación.

Con una confianza y existencia plena de recursos y un manejo equilibrado y armónico del cuerpo y la mente, se logra una correcta y adecuada toma de decisiones y la resolución de conflictos.

Las habilidades se adquieren con la práctica, con técnicas, lecturas. Es un proceso que puede durar días, meses o incluso varios años. Pero solo hace falta la voluntad, el deseo de superación y la motivación. Esto último es determinante, ya que la motivación genera esa fuerza fundamental para lograr un determinado objetivo. Sin motivación, el esfuerzo productivo se disminuye, queda minimizado, se desdibuja. Querer alcanzar una determinada meta, sea en el plano que sea, porque realizar dicha actividad produce placer, alegría, supervivencia, tranquilidad o paz, es el sentimiento propicio que puede facilitar la cuestión. Así, la motivación y la voluntad, condicionados por el anhelo de alcanzar una determinada meta, resultan decisivos para todo aquel que quiera conseguir un puesto gerencial.

Nadie queda exento de nada. Solo hay que desearlo. Así, queda relativizado el dilema de si un líder se nace o se hace, ya que algunos pueden nacer o crecer con determinadas características de liderazgo, pero un verdadero líder es aquel que se hace y se construye con aprendizajes y técnicas que cualquier persona puede aprender.