A lo largo de mi vida, he conocido personas que han sufrido muchas desgracias y han salido más que fortalecidos. Algunas con los mismos contratiempos se han devastados y han terminado con muchas heridas. Y es que cada acontecimiento que nos pasa en nuestra vida es una forma de saber que tan sólidos y enteros estamos. Muchas veces, la vida nos toma examen y nos pregunta que tan firmes estamos en nuestros valores y nuestras decisiones. Cada experiencia que tenemos, ya sea buena o mala, puede ser una oportunidad para crecer, o puede ser un motivo para volvernos más pequeños. No podemos controlar aquellas cosas que nos pasan, pero en cambio podemos tener el control para decidir cómo reaccionar (o mejor dicho, cómo accionar) frente a lo que nos pasa.
Aprovechar cada cosa que nos llega a nuestras vidas habla del tipo de persona que estamos siendo. Existen dos modos o formas de observar lo que nos sucede. Siempre estamos en alguno de esos dos modos. Por un lado, podemos ser frente a la vida meros juzgadores que se quejan y maldicen cada pequeña cosa, como si fuéramos jueces dictatoriales. Una demora en el tráfico, una discusión con tu jefe, un accidente o incluso una enfermedad. Como jueces, juzgamos cada cosa como negativa. Pensamos que no nos aporta nada, incluso, que nos perjudica.
La otra forma de afrontar la vida es estar, como yo lo llamo, en modo aprendiz. El aprendiz no juzga, solo está allí para tomar lo que la vida ofrece y sacar un aprendizaje de ello. Nadie sabe qué es bueno o qué es malo hasta que lo veamos con la luz del tiempo. Ser aprendices de nuestra vida, significa tener una disposición abierta y amorosa. Buscar permanentemente qué debemos aprender, que quiere la vida enseñarnos. Aunque tenga éxito o fracase, si tengo la mirada de aprendiz, siempre saldré ganando porque me volveré más sabio que antes.
La forma en que las cosas de mi vida me afecten, va a depender de lo que haga, sienta o piense. Todo pasa por alguna razón. Muchas cosas que nos suceden ponen a prueba nuestro temple y permiten que nuestro potencial crezca. Los momentos de angustia y tristeza nos pueden mostrar quienes son nuestros verdaderos afectos.
Por eso es importante recordar que no podemos tener control sobre las cosas que vienen de afuera de nuestra vida, solo podemos concentrarnos en lo que decidamos hacer con nuestras circunstancias. Seamos arquitectos de nuestra historia, y como tales, iremos construyendo con los cimientos de nuestros aprendizajes.
Los líderes no juzgan lo que les pasa, sino que buscan aprender constantemente la forma de superarse, de ser mejores y de crecer interiormente.
Quisiera regalarte algunas preguntas que te van a servir a la hora de enfrentarte con cualquier situación:
¿Qué puedo aprender de esto?
¿En qué me está pidiendo la vida que me supere?
¿Si mañana no podría aprender nada más, qué sería lo último que quisiera aprender en esta situación?
Te deseo que tu vida esté llena de aprendizajes, que nunca pierdas esa mirada de aprendiz y que te vuelvas un verdadero constructor de tu vida para poder así seguir maximizando tu liderazgo.