La música es melodía y ritmo, pero sobre todo una armonía para el oído. Como medio artístico, nos hace bailar, tararear, entretener, reflexionar, dormir, entristecer… Hay géneros musicales para todo tipo de gusto. Además, nos sirve para dedicarle una canción a esa persona que no le podemos expresar lo que sentimos mediante palabras, para que un momento quede grabado en nuestra memoria a través de esa melodía e incluso para que cada “hit” nos traslade a épocas pasadas. Sin embargo, esto que resulta tan natural se produce a través de mecanismos cerebrales.

La neurociencia según la Real Academia Española (RAE) es la ciencia que se ocupa del sistema nervioso o de cada uno de sus diversos aspectos y funciones especializadas. Hay un mecanismo neuronal de percepción musical: el sonido es percibido por el oído y la información se traslada al cerebro en donde se encuentran dos cortezas auditivas. Una es de reconocimiento (registra lo que se percibió) y la otra es de asociación (la que relaciona lo percibido a una experiencia pasada o un hecho concreto, por ejemplo: “esta música ya la escuche”).

Hay artistas que utilizan a niños como prueba de sus canciones. Un caso es el del líder y baterista de la banda “Agapornis”, Juan Pérsico, que el viernes pasado participó junto a sus familiares del programa “Especial perros” conducido por Guido Kaczka. Aseguró que la niña que lo acompañó al programa, Justina, es el “termómetro” para elegir las canciones de la banda. “Viste que a los nenes le pones el tema para cuando probas, y si los nenes bailan, es un indicio”, expresó el músico. Esta reacción tiene una explicación: el cerebro durante la infancia sufre cambios madurativos y es altamente sensible a los estímulos externos.

A través de la canción Taste of Love de Maxi Trusso siento alegría, ganas de saltar, moverme, correr, bailar, salir…

Y vos, ¿qué sentís? ¿se te movió alguna parte del cuerpo?

Redacción: Josefina Bilos

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