Es parte del argot popular el cuento de “La caperucita roja” la mayoría lo conocemos, ya sea porque nos lo contaron, lo vimos en algún dibujo animado, por tele, alguna película infantil o para adultos o simplemente por referencia, Sin dudas este cuento es uno de los grandes clásicos para niños. Lo que pocos saben es que este cuento pertenece a los Hermanos Grimm y es un cuento muchísimo más antiguo de lo que se cree. Pero en esta historia ¿Quién tiene la razón?

Retrato de los Hermanos Grimm

Sí bien han hecho muchas adaptaciones, hay una que es la más conocida y famosa, que al final, luego de que la pobre de Caperucita Roja descubre el engaño del lobo es rescatada, junto con su abuelita, de las entrañas del lobo. La ayuda vino de un temerario leñador que buscaba el lobo y cuidaba el bosque. Pero sí revisamos un poco y buscamos el cuento original nos encontramos con que el final de la historia es un poco más largo. Habla de que el salvador es un cazador y que luego de acabar con el lobo, aparece otro que también las quiere devorar, sólo que e
sta vez el lobo muere ahogado por una trampa que hace la abuelita.

Sumado a esto, y desde hace algún tiempo, en internet está rondando otra versión del cuento, esta vez desde la perspectiva del lobo.

Caperucita Roja – La versión del Lobo

Anónimo

 

El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo ordenado y limpio.

Un día soleado, mientras estaba recogiendo las basuras dejadas por unos turistas sentí pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi venir una niña vestida en una forma muy divertida: toda de rojo y su cabeza cubierta, como si no quisieran que la vean. Andaba feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a investigar. Le pregunte quien era, de donde venía, a donde iba, a lo que ella me contesto, cantando y bailando, que iba a casa de su abuelita con una canasta para el almuerzo.

Me pareció una persona honesta, pero estaba en mi bosque cortando flores. De repente, sin ningún remordimiento, mató a un mosquito que volaba libremente, pues también el bosque era para el. Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es meterse en el bosque sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes.

La dejé seguir su camino y corrí a la casa de la abuelita. Cuando llegue me abrió la puerta una simpática viejecita, le expliqué la situación. Y ella estuvo de acuerdo en que su nieta merecía una lección. La abuelita aceptó permanecer fuera de la vista hasta que yo la llamara y se escondió debajo de la cama.

Cuando llegó la niña la invite a entrar al dormitorio donde yo estaba acostado vestido con la ropa de la abuelita. La niña llegó sonrojada, y me dijo algo desagradable acerca de mis grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le dije que mis grandes orejas eran par oírla mejor.

Ahora bien me agradaba la niña y traté de prestarle atención, pero ella hizo otra observación insultante acerca de mis ojos saltones. Ustedes comprenderán que empecé a sentirme enojado. La niña tenía bonita apariencia pero empezaba a serme antipática. Sin embargo pensé que debía poner la otra mejilla y le dije que mis ojos me ayudaban para verla mejor. Pero su siguiente insulto sí me encolerizo. Siempre he tenido problemas con mis grandes y feos dientes y esa niña hizo un comentario realmente grosero.

Sé que debí haberme controlado pero salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi dentadura y diciéndole que eran así de grande para comerla mejor. Ahora, piensen Uds.: ningún lobo puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe. Pero esa niña empezó a correr por toda la habitación gritando y yo corría atrás de ella tratando de calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr, me la quité pero fue mucho peor. La niña gritó aún más. De repente la puerta se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme y afilada. Yo lo mire y comprendí que corría peligro así que salté por la ventana y escapé.

Me gustaría decirles que este es el final del cuento, pero desgraciadamente no es así. La abuelita jamás contó mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que se corriera la voz que yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a evitarme.

No sé qué le pasaría a esa niña antipática y vestida en forma tan rara, pero si les puedo decir que yo nunca pude contar mi versión. Ahora Ustedes ya lo saben.


 

Si comparamos las 3 versiones tenemos una conocida por todos y tomada como la real, una “original” que fue la escrita por los autores y esta última que es la versión del lobo y cambia por completo la historia, de hecho plantea que él es la víctima del cuento no el victimario. Sin embargo casi nadie cree esta versión, simplemente suena a invento, se oye gracioso, sólo porque la primera historia es la que se repite sin cesar y todos la dan por hecho, pero si lo pensamos dejando de lado lo que sabemos y nos preguntamos ¿Cuál historia es real?… ¿Qué responderíamos?… ¿Nos quedamos con lo que todos dicen, lo que dicen los autores del cuento o nos quedamos con la versión del lobo?… Visto con este ejemplo resulta ser un ejercicio divertido y algo infantil. La verdad es que la gran mayoría se quedará con la primera historia porque es “la que todos conocen”, “la que todos dicen”, “siempre fue así” y muchas otras razones que parecen muy válidas.

Pero, ¿Te has detenido a pensar que esto lo hacemos todos los días con diferentes historias y personas? La verdad es que solemos dar por real la historia que nos cuenta un ser querido, una persona conocida, alguien a quién valoramos o le damos autoridad, y no nos damos la oportunidad de comprobar por nosotros las historias que nos dicen de hechos y personas que no conocemos, y de esta forma muchas veces perpetuamos prejuicios, malas opiniones, somos pregoneros que hechos que no conocemos. Es parte de nosotros el dar por sentado que las experiencias de los otros son la única verdad y nos perdemos de la ocasión de averiguar un poco, de oír a la otra parte, conocer  esa otra persona y de vivir nuestras propias experiencias.

Te invito a reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿Cuántas lobos malvados creemos conocer guiándonos por la historia de alguna, o algún, Caperucita?, ¿A cuántos lobos les hemos permitido contar su historia y conocerlos antes de formarnos una opinión?, si la abuelita o el leñador pudieran contarnos su versión ¿Qué nos dirían? Y por último ¿Quién tiene la razón Caperucita o el lobo?.