Tenemos que considerar tres componentes en el arte de hablar en público (la oratoria): el orador, el discurso y el auditorio.

Aristóteles

Según la Real Academia Española la oratoria es la habilidad de hablar con elocuencia, de deleitar, de convencer y de conmover por medio de la palabra.
En otras palabras, la oratoria es un conjunto de principios y técnicas que nos permiten expresarnos con claridad, desenvoltura y confianza ante un público con el propósito de comunicar y de transmitir un mensaje determinado.

La transmisión de información, ya sea de manera formal y/o informal, forma parte de nuestra cotidianidad. Sin embargo, para muchas personas representa un gran temor hablar en público. Sobre todo si se trata de dar un discurso o de  transmitir un conocimiento, porque pueden presentarse opiniones e incluso disertaciones por parte de quienes se encuentran escuchando.

Es importante destacar que tanto el miedo como  la vergüenza son ruidos emocionales y, aunque creemos que amenazan nuestra paz interior, en verdad son valiosos mensajes cifrados que nos dicen mucho sobre nosotros mismos. Si aprendemos a escucharlos y dialogar con ellos,  nos abrirán un nuevo horizonte vital, lleno de serenidad y serán el vehículo que nos transporte hacia el auto conocimiento.

Sacarse el miedo a la oratoria es un trabajo elaborado, bien hecho, entre la gestión de nuestras emociones y la gestión de nuestro cerebro. Es una mezcla de lo que dice Richard Bandler, autor de la Programación Neurolingüística (PNL): «Usa tu cabeza, para variar» (es decir, ayúdate con tu mente para hacer aquello que quieres), y por otra parte, lo que tan bien se expone en la película «Intensamente» (Inside Out), saber gestionar las emociones.

Según Miguel Ángel Cornejo, conferencista internacional, especialista en liderazgo, alta dirección y productividad, existen tres capacidades básicas del orador y todas ellas son factibles de aprenderse:

  • Percepción amplia: se refiere a la agudización de la vista y la audición, es decir, convertirse en un magnífico observador y un excelente escucha.
  • Reflexión metódica: significa poseer un método para reflexionar. Equivale a poner en marcha los mecanismos mentales que usamos para reflexionar y así llegar a conclusiones o decisiones. Algunos ejemplos son: la asociación que nos permite clasificar una nueva percepción con otra similar que almacenamos en la memoria, la disociación que nos sirve para separar los conceptos que son antagónicos, el análisis que nos invita a descomponer el todo en las partes y la síntesis que nos permite llegar a la esencia de un contenido extenso.
  • Memorización: la memoria es un elemento muy útil para el orador, no para que se aprenda el discurso con puntos y comas, sino para reproducir con facilidad tanto el inicio como el final de un discurso, o bien, a la hora de improvisar un mensaje.

Ahora bien, no debemos olvidar en el camino quiénes somos, es decir, debemos mantener nuestra autenticidad. Y en este sentido, Miguel Ángel Cornejo argumenta que para ser auténtico debemos:

  • No imitar a los demás: si bien en todo proceso de aprendizaje copiamos a quienes admiramos, existen dos reglas: no imitar solo a uno, sino a varios y no pasarse toda la vida imitando.
  • Defender nuestras convicciones: esto significa que, aunque nuestras convicciones no sean las de todos, debemos defenderlas, argumentarlas y no abandonarlas.
  • Incorporar vivencias personales: otra de las claves del éxito radica en poder fusionar con los conocimientos dentro de un discurso nuestra propia experiencia.
Aprendamos a escuchar

Para poder decir algo, hay que saber escuchar.

Octavio Paz

 

Otra herramienta sobre la que han trabajado muchos oradores, tan importante como todas las que ya mencionamos para poder desenvolvernos con claridad y confianza, es la capacidad auditiva. Todos creemos saber escuchar, pero no es suficiente conocer cómo hacerlo sino que es indispensable querer y desear escuchar para que se convierta en un hábito. La escucha es un proceso que se aprende y a continuación les damos algunos tips a tener en cuenta para escuchar bien:

  • La predisposición: parte de una actitud positiva que es la de querer escuchar, equivale a dejar de hacer lo que se está haciendo, poner atención, etc.
  • Sin interrupciones: aquí se presentan dos situaciones, por un lado, no interrumpir a quien está hablando; por otro, es válido interrumpir cuando se tiene una pregunta interesante.
  • Los otros 52 segundos: lo que una persona nos dice en un minuto somos capaces de asimilarlo en solo 8 segundos. El arte de escuchar consiste en saber qué hacer con los 52 segundos restantes. Lo recomendable es: no distraerse, analizar lo que se está escuchando y visualizar lo que se escucha. La finalidad de estas estrategias es mantenerse en el tema.

 

¡Todos podemos hablar en público!

Es lo que hacemos cada día cuando nos dirigimos a alguien. Ahora tenemos las herramientas: ya sabemos que somos solo nosotros quienes nos ponemos las trabas, con nuestras emociones y nuestra mente. La clave para aprender siempre se sitúa en practicar, practicar y practicar.