La semana pasada comencé a contarte algunas pautas que solemos tener como herramientas los magos. Como te comentaba, empecé a estudiar magia a los 8 años. Recuerdo que en una Navidad mi tía me compró mi primera caja de magia y en ella traía las primeras instrucciones que leí en mi vida para ser un excelente mago. Me acuerdo una frase que encabezaba la lista de recomendaciones: “La magia no está en el truco, la magia no está en el mago. La magia está en la mirada de un espectador ilusionado”.

Una bellísima frase que me llevó años aprender su verdadero poder mágico. Aquella frase, si saber porqué, había calado hondo en mi cabeza. Recuerdo que durante varios años hacía los mismos trucos de magia que me habían enseñado en la escuela para magos. Los repetía una y otra vez y de la misma manera. Los mismos pases, la misma presentación, hasta las mismas palabras. El problema es que tenía que recordar qué juegos le había hecho a cada persona para no volver a repetirme. Y si lo hacía no era el mismo impacto. Es como cuando uno cuenta un chiste dos veces, ya el impacto no es igual al de la primera vez que lo contamos. Lo mismo ocurre con los juegos de magia. Pero sentía cierto grado de temor, o quizás debido a mi ignorancia, para cambiar el juego que hacía. Muchas veces me encontraba diciendo: “A mí me lo enseñaron de esta forma, y así lo seguiré haciendo”.

Durante mucho tiempo, esos juegos fueron perdiendo impacto. Y una noche, recordé esta frase:

“La magia no está en el truco, la magia no está en el mago. La magia está en la mirada de un espectador ilusionado”.

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Eso! Tenía que recuperar esa mirada de ilusión que tenían cuando les hacía algún truco por primera vez. Pero… ¿cómo? era la pregunta. Le pregunté a mi papá, mientras terminaba de leer su diario como cada noche antes de cenar, y le conté lo que me estaba pasando. Y casi sin levantar la mirada me dijo: “Debe ser hora de que te reinventes”. Esas palabras me atravesaron como el truco de magia de las espadas y la bailarina. Claro! Reinventarme. Era necesario que reinvente mis juegos, mi presentación  y hasta mi forma de hacer y de ver la magia. Así que esa noche me encerré en mi cuarto y tomé una rutina de magia que solía ser mi caballito de batalla (un juego de cuatro monedas que pasaban mágicamente de una mano a otra) y le fui agregando pases nuevos, a combinarlo con otros juegos y a darle una nueva presentación. Al final quedó un juego casi en su totalidad nuevo.

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Esa fue una enseñanza que de grande, y a lo largo de mi vida marcó muchas etapas. Hay momentos para permanecer e insistir, pero hay otros para reinventarnos. Y son en esos momentos en los que no tiene que cambiar nuestro entorno, sino nosotros mismos, nuestra manera de ver las cosas. Nuestra manera de encarar las situaciones y los problemas.

Te invito a preguntarte hoy: ¿en qué crees necesario reinventarte? ¿Cómo te reinventarías por ejemplo en tu trabajo? ¿En tu relación con los demás? Y Principalmente, ¿cómo te reinventarías en la relación con vos mismo? Te invito a contestarte estas preguntas y de esta manera seguir maximizando tu liderazgo.